Un espacio destinado a charlar acerca del cine, saboreando una taza de café (puede que más), sentados en torno a una mesa. Por el simple gusto de hablar por hablar acerca de una pasión compartida por una reducida infinidad, así nomás como son estas cosas.

Bienvenidos a mi hogar. Entren libremente. Pasen sin temor. ¡Y dejen en él un poco de la felicidad que traen consigo!

jueves, 24 de junio de 2010

UNA DE SUEÑOS ESTRELLADOS AL PLATO





Por paradójico que resulte la primera película, la primera (repito) película salida de la mente de Woody Allen, se asemeja más bien a un documental. ¿Un documental? Bueno, maticemos un tanto el sustantivo por medio de un adjetivo: un falso documental. Sí, ahora sí que hemos sido mucho más precisos. Un estilo éste, el del documental (perdón, falso documental) que revisitaría de forma mucho más depurada en un título posterior de su amplia filmografía: “Zelig” (Woody Allen, 1983).


Al frente del proyecto se encontraba el propio Allen, juntándose en su persona director, coguionista (junto con Mickey Rose) y actor principal. Se nos narra la vida de Virgil Starkwell, un perdedor en el más concreto, puro y ajustado sentido del término. Poco a poco vamos asistiendo a sus primeros pasos, aún vacilantes, bajo el aspecto de un niño debilucho a merced de los chicos violentos del barrio (graciosísimo el reiterado gag de la rotura de sus gafas, repetición coronada por el gesto de su definitivo destrozo a manos del propio Virgil). Por cierto, se diría que sus fans mantienen la costumbre de arrebatarle las gafas a su estatua de Oviedo, en lo que no dejaría de ser, apreciación cogida por los pelos, hay que reconocerlo, un homenaje al director.

A medida que va creciendo siente nacer dentro de sí ciertas inclinaciones musicales por lo que para cumplirlas no tiene mejor idea que tratar de convertirse en un concertista de violonchelo, sin demasiado éxito, la verdad, para acabar por descubrir la que pasará por ser su verdadera vocación: la delincuencia; el delinquir a modo de prueba para sí mismo de que después de todo ha de servir para algo en la vida. El hurto como medio para financiar sus aficiones. El fracaso, una vez más, como único resultado.




Virgil dando rienda suelta a su pasión musical


Durante la práctica totalidad del metraje Allen “juega” constantemente con los recursos cinematográficos, coleccionando un conjunto en el que podríamos destacar sin ánimo exhaustivo

  • El empleo de la cámara en mano.
  • La combinación de picados y contrapicados y primeros planos.
  • El manejo de la dolly grip.
  • La inclusión de diálogos filmados mediante el uso de plano-contraplano…

No habrá de extrañar por tanto el que muchos hayan reconocido que si el montador Ralph Rosemblaum no hubiera recompuesto el primer montaje elaborado, confiriendo al resultado un lógico sentido narrativo, a buen seguro que no habríamos tenido oportunidad para gozar con esta jocosa comedia (¿experimental?).

Hilarante el fresco que sobre Virgil y sus desventuras se va confeccionando a partir de una serie de entrevistas a cuantos le conocieron, que logran otorgar al conjunto un aire que recuerda al propio de un documental serio y riguroso: sus amigos y compañeros, el director del colegio y algunos miembros del profesorado, madre y padre de la criatura incluidos, van apareciendo en una serie de entrevistas, que sirven para mostrarnos los hitos vitales de un perdedor que no conoce el significado de la palabra desaliento. Como deliciosamente desternillante puede considerarse el retrato de estos últimos, sus progenitores, ocultos sus rasgos por unas gafas con nariz y mostacho anexos, al más genuino estilo de Groucho Marx, al tiempo que hablan sobre el carácter de su hijo sin dejar de robarse la palabra el uno al otro.


Los padres de Virgil hablan "a cara cubierta" acerca de su retoño



Y por supuesto sin olvidarse del surtido de gags con los que Woody va salpicando la narración:

  • La falta de previsión que frustra su huida de la cárcel, cuando trata de ayudarse de la artística recreación de una pistola que él mismo se fabrica a partir de una pastilla de jabón cubierta de betún.
  • La fuga del penal en compañía de algunos de sus compañeros de presidio, formando una cuerda de presos que permanecen férreamente unidos por unos grilletes, seguidos muy de cerca por la consabida jauría de perros. Imágenes sin diálogos, a las que sólo acompaña la música.
  • El súbito encuentro con un antiguo compañero de la banda de música (una de las muchas fobias padecidas por el propio Woody Allen, la de cruzarse con gente conocida), circunstancia que desconocía unos segundos antes, cuando su única pretensión era simplemente la de atracarle, e ignorando al tiempo que la actual ocupación de su víctima no era otra que la de agente de la ley, con el subsiguiente cambio de roles que se opera.
  • Su manifiesta incompetencia para robar un banco a mano armada junto con la cómica situación que se organiza en torno a la nota que entrega al cajero. En la versión original el sentido humorístico de la escena la recalca el juego de palabras construido a partir de la similitud fonética que existe en el idioma inglés entre las palabras “gun” (revólver) y “gab” (cháchara), de ahí la confusión que despierta su infructuoso intento entre los empleados y que va acrecentando poco a poco su consternación.

En fin, un ejemplo del primer Woody Allen, el de “Bananas” (Woody Allen, 1971) y “La Última Noche de Boris Grushenko” ("Life and death", Woody Allen, 1975), que encantará a sus seguidores y horrorizará aún más si cabe a sus detractores.



PELÍCULA: "Toma el dinero y corre" ("Take the money and run", Woody Allen, 1969). Interpretada por Woody Allen, Janet Margolin, Marcel Hillaire, Jacqueline Hyde, Jan Merlin.







NOTA ADICIONAL: a modo de anécdota las escenas carcelarias se filmaron en un penal auténtico, el de San Quintín, por lo que contaron para el rodaje con los propios internos haciendo de lo que eran realmente: reclusos. Esto motivó el que los guardas recurrieran a un truco para distinguir a los presos auténticos de los miembros del equipo artístico y técnico: el empleo de una tinta sólo visible bajo la luz ultravioleta. Cada día sellaban al personal que no pertenecía a la comunidad carcelaria, para así evitar una tentativa de fuga por parte de algún preso para quien las ansias de libertad superaran a las inclinaciones artísticas.


sábado, 19 de junio de 2010

UNA RADIANTE VIVIEN LEIGH - SCARLETT O´HARA





Vivien Leigh en un descanso del rodaje de "Lo que el viento se llevó" ("Gone with the wind", Victor Fleming, 1939)




Nota. El señor Pond me lanza una pregunta que les hago extensible a los parroquianos de este cafetín cinéfilo. ¿Qué es lo que más les llama la atención en esta fotografía?

viernes, 18 de junio de 2010

IRANOFF, KOPALSKI Y BULJANOFF



Me temo que disfruto del gran placer de presentarles a los camaradas Iranoff, Kopalski y Buljanoff.



Iranoff (Sig Ruman), Buljanoff (Felix Bressart) y Kopalski (Alexander Granach) en compañía de Leon (Melvyn Douglas), sólo falta Ninotchka




"Ninotchka" (Ernst Lubitsch, 1939)



Cómo no recordar a estos tres entrañables camaradas al ver a Mishkin, Peripetchikoff y Borodenko en "Un, Dos, Tres" ("One, Two, Three", Billy Wilder, 1961)...

"Y si tocáramos nueve veces, camaradas...". Quizás...

viernes, 11 de junio de 2010

UN MÁGICO DUELO ENTRE MAGOS



Inmerso en la lectura de "El insoportable Bassington" de H.R. Munro (aka Saki) he encontrado tiempo (gran hallazgo donde los haya) para combinar su lectura con "Tim Burton" de Marcos Marcos Arza. Enterado el señor Pond de este hecho plural (pues también navega a todo trapo, surcando los papelotes depositados sobre la mesita, "La República de los Piratas" de Colin Woodard) me ha hecho llegar el siguiente vídeo. No por nada el nombre de Corman salta varias veces por entre las líneas escritas por Marcos Arza.





"El Cuervo" ("The Raven", Roger Corman, 1963)





Años hacía que no veía esta escena, desde aquel ciclo dominical dedicado a Roger Corman, que los responsables de TVE nos ofrecieron a los televidentes años ha.
Siempre es un placer recordar y rememorar...