Un espacio destinado a charlar acerca del cine, saboreando una taza de café (puede que más), sentados en torno a una mesa. Por el simple gusto de hablar por hablar acerca de una pasión compartida por una reducida infinidad, así nomás como son estas cosas.

Bienvenidos a mi hogar. Entren libremente. Pasen sin temor. ¡Y dejen en él un poco de la felicidad que traen consigo!

sábado, 22 de noviembre de 2008

¡ARRIBA ESE ÁNIMO!

"Arrancar algo de eternidad a lo desesperadamente efímero constituye el mágico truco de la humana existencia". Tennessee Williams.

Sábado musical.
Hoy, en el escenario improvisado de nuestro cafetín me honro en presentarles a la orquesta de Benny Goodman, dirigida por el propio Goodman, con la colaboración del baterista Gene Krupa, interpretando el tema "Sing, Sing, Sing".



Benny Goodman y su orquesta

No deseo dejar pasar la oportunidad de formular mi agradecimiento a la A.A.L.Z. (Asociación de Amigos de El Loro Azul) por las negociaciones, ora tensas ora más relajadas, que sin pedir nada a cambio han venido desarrollando con el duro de su manager. Como ya es bien sabido por todos lo cierto es que para nuestra desgracia Mr. Goodman hace ya largo tiempo que no atiende compromisos de esta índole. Por ello les reitero mi agradecimiento.




"Hollywood Hotel" (Busby Berkeley, 1937)


Como propina musical a continuación les dejo la versión de "Summertime” de la ópera “Porgy and Bess” de George Gershwin, a cargo de Sidney Bechet. Nuestra primera intención era que interpretara su tema "Egyptian Fantasy" pero debido a diversas causas, por completo ajenas a nosotros, ese deseo nuestro no pudo sustanciarse debidamente.




Si después de esto sus pies no se han movido ni un centímetro sólo resta pronunciar aquella famosa frase a cargo del eminente profesional de la medicina que era el Dr. Hugo Z. Hackenbush (Groucho Marx), frase pronunciada en una escena de "Un día en las carreras" ("A Day at the Races", Sam Wood, 1937): "o usted está muerto o mi reloj se ha parado".


"Un día en las carreras" ("A day at the Races, Sam Wood, 1937)

domingo, 16 de noviembre de 2008

¡QUÉ VIENEN LOS PROSCRITOS!



Uno confiesa poseer su corazoncito.

Uno, puestos a ello, también confiesa, que cuando el pasado sábado leyó en el periódico que tal día, si no fuera por la dificultad insalvable y un tanto molesta, a qué negarlo, de que falleció hace ya unos cuarenta años sería el cumpleaños de Richmal Crompton, el niño que aún habita escondido en el más profundo interior recordó a otro niño. Un chico que a duras penas conseguía mantener limpio su traje de colegial para mortificación de su madre y molestia, ligera, de un padre siempre parapetado tras un periódico a la hora del desayuno, cuando no estaba trabajando en uno de esos aburridos empleos en la City.

Uno sigue confesando que de inmediato le asaltaron las imágenes incluidas en aquellos libros de la Editorial Molino: los Proscritos (Douglas, Enrique y Pelirrojo), del perro que siempre les acompañaba, Jumble, ora un simple can, ora un feroz tigre; de los dos repelentes hermanos, Ethel y Roberto; y en suma de ese mundo adulto empeñado en que el pueblecito en el que vivían todos ellos no se hallaba para nada habitado por truhanes, bandidos, piratas y demás personajes, fruto de su fértil imaginación.

Así que uno, empeñado en hablar en este cafetín acerca de un grato recuerdo de infancia no encontró mejor motivo que uno de los muchos relatos en los que se narraban sus andanzas: "Guillermo va al cine".
Uno asegura, y hasta jura, que sólo la pura casualidad quiso que encontrara esta excusa.

Y uno, finalmente, se alegra por ello.


Uno, finalmente, espera que a Chris Columbus no le moleste el homenaje velado pero es que cuando uno recuerda sus primeras lecturas casi se siente bicentenario.

EL LUJO QUE NOS RESTA

Dedicado a los que persisten, contra viento y marea.



"Un lugar en el mundo" (Adolfo Aristarain, 1992)


"Yo no digo se perdió una batalla pero no la guerra. Yo digo si la guerra se ha perdido por lo menos me queda el lujo de ganar una batalla". Mario (Federico Luppi).

sábado, 15 de noviembre de 2008

LAS APARIENCIAS



“La figura que se recortaba al fondo del muelle no se había movido. Durante un largo instante, el joven permaneció en mitad de la ribera, mirando hacia la bahía labrada por el ir y venir de los veleros, las lanchas privadas, los pescadores y las negras barcazas carboneras arrastradas por la misma visión. Más allá de los grises bastiones de Fort Adams, una prolongada puesta de sol se astillaba en mil fuegos, y el resplandor alcanzó la vela de un laúd que barloventeaba por el canal entre Lime Rock y la costa. Archer, sin dejar de mirarla, recordó la escena de The Shaughraun, y a Montague llevándose a los labios la cinta de Ada Dyas sin que ella se apercibiera de que estaba en la habitación.
“No lo sabe... no lo ha adivinado. Me pregunto si yo notaría que se me acercaba por detrás”, reflexionó; e inesperadamente se dijo a sí mismo “si no se vuelve antes de que la vela cruce Lime Rock, regresaré a la casa”.
La embarcación salía derivando con la marea baja. Se deslizó por delante de Lime Rock, borró la casita de Ida Lewis y cruzó la torreta donde pendía la luz. Archer esperó hasta que un amplio espacio de agua se reflejó entre el último arrecife de la isla y la popa de la embarcación; pero la figura del cenador no se movió.Archer dio media vuelta y ascendió la colina”.

"La Edad de la Inocencia" de Edith Wharton.




La Edad de la Inocencia” (“The Age of Innocence”, Martin Scorsese, 1993)

A continuación, en este día que este blog dedica a la música, les ofrezco un vídeo que contiene el arranque así como las primeras escenas de esta película:

  • Los delicados títulos de crédito, diseñados por Saul Bass, uno de sus últimos trabajos antes de fallecer, acompañados por la música compuesta por Elmer Bernstein, interpretada por él mismo junto a su orquesta.
  • La escena del concierto en la Academia de la Música donde se representa la ópera “Fausto” de Gounod. La muestra delicada del todo Nueva York con un simple barrido de la cámara que sigue el movimiento del abanico portado por Ellen Olenska (Michele Pfeiffer).
  • Y la salida de Regina Beaufort (Mary Beth Hurt), antes de que concluya la representación, la señal para los invitados a su recepción anual de que la fiesta está pronta a comenzar.




El indómito espíritu de Wharton la haría huir de ese mundo de normas y apariencias que era el Nueva York de los arribistas y nuevos ricos (Beaufort) que se codeaban con la "nobleza", representada por los descendientes de los pioneros holandeses (los Van der Luyden), un mundo entretejido por normas estrictas en cuanto a comportamiento y etiqueta, que resultaba sumamente asfixiante para cualquier espíritu que sintiera ansias de libertad.

Esa anteposición del sagrado deber, según las pautas marcadas por los arbiter elegantorum de la época (Larry Lefferts), obligaban a tomar una decisión radical. O someterse o rebelarse, aunque para algunos esta última opción se limitara a recibir periódicos envíos de libros procedentes de sus libreros europeos de ultramar (Newland Archer). La propia autora, que tan bien conocía ese mundo, y que con tanta brillantez lo retrató a lo largo de sus novelas, acabaría abandonando marido (un próspero banquero sumamente aburrido), amigos y país para terminar recalando en la más liberal Europa.

Sobre su vida, la de Wharton, merece la pena leer la autobiografía que escribió, en la que se nos muestran sus andanzas europeas junto a personajes de la talla de Henry James (el autor americano al que podría considerarse más inglés que los propios ingleses, según palabras de G. K. Chesterton, quien, por cierto, también le tenía por un estirado aburrido) y otros miembros del ámbito cultural del viejo continente.

Una buena oportunidad para gozar con el buen hacer de Scorsese, quien logra plasmar con gran delicadeza el ambiente y los personajes salidos de la mano de la autora.

viernes, 7 de noviembre de 2008

DEREK JACOBI



"Henry V" ("Enrique V", Kenneth Branagh, 1989)

ESA CLASE DE MUSICA QUE SUENA EN TU CABEZA

Existen bandas sonoras que una vez que las escuchas por primera vez, mientras acompañan a las imágenes de una película, sientes la necesidad de obtener más información acerca de la persona que las compuso. Das inicio entonces a una búsqueda frenética, rastreando los enlaces del buscador de los ceros y, entonces, al cabo de un cierto tiempo, la sonrisa triunfal se enseñorea de tus labios: descubres nombre, filmografía y cuantos datos consideras precisos.


En mi caso una de las últimas que me atrajo fue la banda sonora de “Muerte entre las flores” (“Miller´s Crossing", Joel Coen, 1990); la que me llevaría a descubrir el nombre que se encontraba tras la música que escuchaba: el señor Carter Burwell.





Al poco que uno continúe informándose acabará por descubrir que dicho compositor se encuentra estrechamente relacionado con la pareja de hermanos, no bien ha venido colaborando con ellos en todas sus películas.




El Gran Salto” (“The Hudsucker Proxy”, Joel Coen, 2004)


Como temeroso de las alturas me atrajo poderosamente esta escena, amén de que uno puede gozar por medio de la interpretación del señor Newman. Dos placeres en uno.
Además no puede olvidarse que también se incluyeron en algunas escenas las notas del maravilloso adagio del ballet “Spartacus”, compuesto por Aram Kachaturian.


Para terminar quiero regresar de nuevo a “Muerte entre las Flores”. Lo hago incluyendo esa cancioncilla irlandesa que ambienta la escena en la que se demuestra de una forma muy gráfica cómo hasta a la hora de escapar de un atentado en el que tu vida se ve amenazada no hay nada mejor que mantener la calma en todo momento.
Calma, mucha calma.




Mario Lanza cantaDanny Boy

jueves, 6 de noviembre de 2008

domingo, 2 de noviembre de 2008

CUANDO LLEGUÉ A LAS LÍNEAS DE LA COMPAÑÍA C, EN LA CIMA DE LA COLINA,...


“He estado antes aquí”, dije; había estado, en efecto, primero con Sebastian, más de veinte años atrás, un día claro de junio, con las cunetas rebosantes de lechosas reinas de los prados y el aire cargado de todos los perfumes del verano. Era un día de especial esplendor y, a pesar de que había estado allí tantas veces y con tan distintos estados de ánimo, fue aquella primera visita la que mi corazón evocaba ahora, en la última”.


Con estas palabras principia la narración mediante la que Charles Ryder va desgranando su evocación de su relación con los Marchmain, y más en concreto con lord Sebastian Flyte, en la brillante novela escrita por Evelyn Waugh que lleva por título “Retorno a Brideshead” (“Brideshead Revisited”).
No puedo negar que me encuentro ante una de mis novelas favoritas, salida de la misma pluma que escribió "Noticia Bomba" (el libro que todo reportero de guerra debería leer antes de enfrentarse a "Territorio Comanche" de Pérez Reverte; al que un colega, no sin cierto aire a pedantería rebuscada, siempre se refiere, al de Waugh me refiero, por su título original: "Scoop") y "Los Seres Queridos" (poco apropiado o no para estas fechas).
Uno a veces se pregunta a qué estrafalarios personajes haría deambular por los muros de Brideshead la acerada pluma de Saki.



A buen seguro que cuantos contamos con la oportunidad de disfrutar con el visionado por televisión de la serie en los primeros años de la década de los ochenta recordaremos con facilidad el tema musical con el que daba inicio.



Una cuidadosísima producción de la cadena Granada que adaptaba la novela homónima con una calidad inusitada, más propia de un largometraje cinematográfico. Ya la elección del reparto probaba el sumo cuidado que se había puesto en su elaboración: junto a dos jovencísimos Jeremy Irons y Anthony Andrews figuraban dos vacas sagradas del cine y el teatro británico: sir Laurence Olivier y sir John Gielgud, interpretando a los respectivos padres de ambos protagonistas.

Lord Sebastian Flyte, Charles Ryder y Aloysius


Cuando emitieron la serie por televisión no pensé en la posibilidad de grabarla en vídeo, craso error. A lo sumo sí que conservé el comienzo de uno de los capítulos para conservar el maravilloso tema compuesto por Geoffrey Burgon, en el que las trompeta barroca adquiere todo el protagonismo.

Ahora sólo resta valorar si la reciente adaptación al cine a cargo de Julian Jarrold mantiene la altura. Al menos un "actor" repite participación: el señorial Castle Howard (Yorkshire).


"Retorno a Brideshead" ("Brideshead Revisited", Julian Jarrold, 2008)