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sábado, 16 de agosto de 2008

CRÓNICAS MATRITENSES (I): CHARLES CHAPLIN

Por las salas sobre cuyas paredes colgaban fotografías de otra época pocos eran los visitantes que deambulaban. Entre ellos me encontraba yo mismo, deteniéndome aquí y allá, ora en una fotografía ora en las imágenes en blanco y negro mostradas en las pantallas planas que colgaban entre las fotos. De cuando en cuando me detenía un poco más en una vitrina cuyo cristal protegía del tacto una revista o bien un libro cuyas páginas aparecían cubiertas de recortes de prensa. A mi vera algún que otro visitante hacía lo propio, sumidos todos nosotros bajo el mismo silencio reverente y educado.

Entonces una musiquilla llegó a mis oídos desde una sala próxima. Se trataba de una melodía alegre que me atrajo por su ritmo, un ritmo en el que se combinaban los sones de los violines y los de una flauta. Intrigado por la rítmica música dirigí mis pasos hacia la sala anexa pues sin duda era de ella de la que procedía.

Sobre una gran pantalla se estaban proyectando unas imágenes en un desvaído blanco y negro: Charles Chaplin, o más bien debería decir Charlot, estaba participando en un combate de boxeo. De inmediato se agolparon en mi mente los recuerdos por lo que sin esperar más, y aún encontrándose principiada la proyección de la escena, me senté en uno de los bancos dispuestos al efecto.

Al principio traté de ahogar la risa que pugnaba por brotar de mi garganta a la vista de las coreográficas evoluciones de Charlot sobre el cuadrilátero, lo cual me supuso mis buenos esfuerzos, sobre todo al contemplar el baile que desarrollaban a los sones de la música tanto Charlot como su contrincante y, desde luego, el desafortunado árbitro.

Naturalmente al final pudo más la hilaridad provocada por la escena que mis deseos de no importunar a mi vecino de asiento. Cuestión ésta que pronto se reveló baladí puesto que quien no estaba aguantando las carcajadas era precisamente quien se encontraba sentado a mi lado.

Aunque sólo se proyectaba la escena del combate me he encontrado con el siguiente vídeo en el que figura la escena completa. Espero que lo disfruten tanto o más que yo mismo.




Charlot boxeador en “Luces de Ciudad” (“City Lights”,
Charles Chaplin, 1931)

En el mismo pasillo que comunicaba con esa sala, junto a una fotografía de Chaplin tendido en el suelo con unos patines en los pies, un cartelito informativo mostraba con gran claridad los efectos que provocaban sobre el público las películas de Charlot. Por su interés no me resistí a copiarlo para transcribirlo a continuación:


"Anoche estrenamos una película suya, de título Charlot, héroe del patín, protagoniada por Charles Chaplin. Las constantes carcajadas y los gritos del público hicieron temblar las paredes del local [...]. Hace muchos años que proyectamos películas sin que se hayan producido pérdidas de vidas humanas ni daños materiales. Charlot, héroe del patín supone una amenaza para cualquier edificio, una sola jornada de proyecciones nos ha supuesto un desembolso considerable en reparaciones. Adjuntamos las facturas del yesero y del carpintero. Sería de agradecer que nos enviaran un cheque a vuelta de correo".
Carta del encargado de la sala Princess Theatre de Ohio a la Mutual Film Corporation.



Y a modo de propina los dos discursos que aparecen en “El Gran Dictador” (“The Great Dictator”, Charles Chaplin, 1940): el de Astolfo Hynkel y el de “el Barbero Judío”. Mientras que el segundo se proyectaba en una de las salas del primero había disponibles una serie de fotografías de gran formato.




Discurso de Astolfo Hynkel




Discurso final en castellano (en la exposición se proyectaba en versión original subtitulada)



La exposición Chaplin en Imágenes puede visitarse en el CaixaForum de Madrid hasta el 19 de octubre de 2008.

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