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lunes, 14 de abril de 2008

LA POPULARIDAD DE UN PROVERBIO

Che sará sará; lo que ha de ser será. Tal podría ser la traducción de este proverbio italiano. En apariencia un tanto banal pero a los cineastas no les ha parecido así en absoluto, basta con pensar en que ha aparecido de una u otra forma en al menos dos producciones cinematográficas que yo al menos tenga conocimiento, en ambos casos de procedencia estadounidense.


Una de ellas es la película de Alfred Hitchcock (obviaré emplear aquí, por considerarlo demasiado socorrido, el título de “mago del suspense” que el genial Hitch se ganó en vida) "El hombre que sabía demasiado" ("The man who knew too much", 1956), la segunda versión del filme que el propio Hitchcock había rodado en su Inglaterra natal veintidós años atrás. En ella formaba parte de la letra de una canción que la protagonista, Doris Day, cantaba a su hijo a la hora de acostarlo. Los encargados de escribir la letra de esa canción tan especial, What ever will be, fueron Jay Livingston y Ray Evans.
Aunque también aparecía otra canción, We´ll love again, sería la antes citada, una especie de nana, la que más popularidad atrajo hacia sí, coincidiendo asimismo en ella la condición adicional de tratarse de un recurso fundamental en el argumento, aunque sólo lo fuera en su versión tarareada. Piénsese en el suspense final, con la orquesta interpretando la música de Bernard Herrmann, a punto de alcanzarse el clímax del tema musical (esos platillos como mecanismo para crear el preciso suspense) y por encima la cancioncilla tarareada por Doris Day.

La referencia a la otra nos obliga a retroceder en el tiempo hasta dos años atrás, y también a desplazarnos desde Londres hasta un cementerio italiano sobre el que cae una lluvia pertinaz. En la base de una tumba a la que corona una estatua femenina puede leerse dicho proverbio, la divisa de la casa de los Torlato-Favrini. Un lema escogido por Benvenuto Torlato, un individuo que se ganaba el sustento ofreciéndose como asesino a los poderosos Borgia, según le narra su descendiente el conde Vincenzo Torlato – Favrini (Rossano Brazzi) a María Vargas (Ava Gardner).



Como no podía ser menos esa divisa también poseerá su cota de importancia en el guión. Aunque no creo preciso hacerlo voy desvelarles el título del filme, en la seguridad de que a buen seguro ya lo habrán adivinado: La condesa descalza (The barefoot contessa, Joseph Leo Mankiewicz, 1954). Lo que será será...

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